| Por: Iván Gallo* / Pares |
Pocas personas tienen la determinación de Gerardo Vega. No importan las circunstancias: siempre está ahí, a las cinco de la mañana, despierto y actuando. Moviendo el mundo. A sus 60 años, tiene costumbres de campesino colombiano. Por eso, quizás, los entiende tanto y ha liderado sus luchas. Se ha enfrentado a los poderosos de Urabá que quisieron despojar a la gente de lo que tenía. Desde los años noventa, lidera la Fundación Forjando Futuros que se ha especializado en devolverle a la gente la tierra que alguna vez los paras y también la misma guerrilla les ha quitado. Su paso por la ANT terminó siendo una decepción personal. Su determinación no conjugaba con la burocracia implantada en este gobierno, en cualquier gobierno.
A Gerardo, desde 2007, empezaron a llegarle denuncias de campesinos que afirmaban que habían sido afectados por paras que, afirmaban, eran pagados por ejecutivos de la multinacional Chiquita Brands.
Quince años después, la justicia determinó que se habían hecho diez pagos que superaban los 1.7 millones de dólares, para convencer a paramilitares que actuaran a favor de la empresa. La multa impuesta era de 25 millones de dólares.
Esto se supo desde el año 2024, pero en Colombia no llegaban las sentencias, como si la justicia se hubiera puesto deliberadamente una venda en los ojos. Mientras en Estados Unidos se emitían condenas, en Colombia no pasaba nada, como si acá estas multinacionales tuvieran patente de corso para hacer lo que quisieran.
Más de cien años estuvieron en Colombia. Primero se llamaron United Fruit Company. Se establecieron en el Magdalena, rodeando un pueblo llamado Aracataca, donde nació un premio nobel: Gabriel García Márquez, quien, en su relato más afamado, narró la masacre de los sindicalistas que pedían salir de los salarios de hambre, jornadas justas, quitarse los grillos del esclavo. José Arcadio Segundo se salvó de milagro, escondido en un vagón lleno de muertos, haciéndose pasar por uno de ellos.
La violencia siempre acompañó a Chiquita Brands, no solo cuando estuvieron en lo que después sería conocido universalmente como Macondo, sino cuando se extendieron al Urabá. En realidad, su perniciosa influencia se vio no solo en el país, sino en el continente entero. Así quedó estipulado con el fallo del pasado 10 de junio, cuando un tribunal norteamericano determinó la responsabilidad de la empresa en ocho asesinatos perpetrados por paramilitares. Ya, en 2007, Chiquita Brands pagó una multa de 25 millones de dólares por reconocer haber financiado grupos de autodefensa en Colombia. En ese momento argumentaron que les había tocado pagarle a las AUC una suma cercana a los dos millones de dólares, después de recibir amenazas por parte del líder máximo de esa organización: Carlos Castaño. Recientemente, Ever Veloza, mejor conocido como HH, comandante de los paras en Urabá, afirmó que eran los propios empresarios de Chiquita, quienes buscaban a los paras para contar con su ayuda.
Pero se empezó a hacer justicia con este fallo. Gerardo Vega, lejos de echar voladores al cielo, recordó que en el país la justicia es lenta, que, mientras en Estados Unidos se emitieron dos sentencias, acá todo se demoró demasiado: “Este es un mensaje muy claro, estas empresas no pueden venir a Colombia a hacer lo que les dé la gana. Hacían despojos, asesinatos y nadie los había tocado. Seguro van a apelar, estamos contra el reloj, ya que vamos hasta el 17 de septiembre. Esperemos que se ratifique la condena en el tribunal de Antioquia”.
Solo con la ratificación de esta condena, la justicia estará asegurada.
* Coordinador de Comunicaciones / PARES
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