La importancia de llamarse Ernesto… Pinilla Campos


La concepción legalista del orden jurídico es una de las causas de mayor incidencia, y que mejor explica, no sólo las profundas huellas culturales que limitan la posibilidad del debido proceso, sino, de igual manera, las frustrantes relaciones entre los comportamientos sociales y los postulados de la juridicidad. “ Ernesto Pinilla Campos

 

| Por: John Maximino Muñoz Télles* |

 

Es difícil conocer un hombre sin pretensiones de aparentar lo que no es, pese a ser tan culto y complejo como lo era Ernesto. Más aún si se trata de un abogado. Hay una gran cantidad de abogados, la mayoría, que no leen si no los códigos y las partes que ellos consideran relevantes de las sentencias, es decir esas partes donde reproducen los códigos y las leyes. Pero Pinilla no era así y por el conocí en sus clases de laboral individual y de la especialización en Derecho del Trabajo a Recasens Siches (Filosofía del Derecho), Antonio García Nossa (La estructura del atraso en América Latina). García Nossa, como Pinilla era abogado, pero no, no se limitaba a citar ¨articulitos¨.

 

Las clases de Derecho de Pinilla eran sobre todo clases de hermenéutica y derecho constitucional. Y su objetivo era el análisis constitucional de las instituciones jurídico laborales. Nunca le escuche una obiter dicta, pues estaba constantemente y sin circunloquios circunscrito a su tema. Lo que pasa, es que a diferencia de la mayoría de abogados dogmáticos, Ernesto sabía que el derecho se mueve en un contexto histórico y dentro de una sociedad concreta.

 

Tenía una voz que captaba la atención. No era demasiado alta, no era aguda ni grave, sonaba bien. Nunca mostraba la pedantería que caracteriza a tantos intelectuales y que es, en muchos de los que tratan de ascender socialmente, otra forma de arribismo social. Tampoco mostraba el desprecio de aquellos que en la comodidad aburguesada y aburrida de su vida encuentran un solaz en lo abstruso y en tratar de sentirse mejores que los demás: son aquellos que no enseñan si no que le enrostran a los demás su conocimiento. 

 

Es por ello que la forma de enseñar de Pinilla se relacionaba con lo práctico. No era en modo alguno el arte por el arte y aún así tampoco era el arte por la clase. Pero estaba comprometido con las clases trabajadoras en cuya defensa vertía sus conocimientos y lo hacía con una enorme coherencia como pocos. Quizás por ello se le veía solitario a menudo, casi siempre. A diferencia de muchos de los grandes laboralistas no daba muestra de estar amasando una fortuna ganando juicios laborales a costa de los trabajadores que defendía.

 

Nunca le vi usar una corbata. Tampoco un traje propiamente dicho. Pienso que, aunque nunca se lo escuche decir, estaba demasiadamente preocupado por ser coherente con su forma de ver el mundo. Hubo, por ello algunas frases que me conmovieron tremendamente de él. En una ocasión dijo en clase que así como había un salario mínimo debería haber un salario máximo. En un mundo en donde el arribismo hace que los propios trabajadores sueñen con ser tan explotadores como aquel que los explota, era absoluta poesía para mis oídos la frase de Ernesto Pinilla.


En otra clase criticaba la actitud de Navarro Wolf, quien se había mostrado arrepentido de su vida guerrillera. ¨Uno tiene que reivindicar lo que ha sido en el pasado¨, dijo Pinilla. Fue en esa misma clase que tuve la oportunidad de exponer un aparte del libro de García Nossa sobre la estructura del atraso en América Latina.

 

En 2021, lo vi por última vez. Sus hechos y no solo sus palabras hablaban por él. En una clase dijo que no tenía carro porque no toda la gente podía tener carro. Al subir a la buseta, (aún faltaban unos meses para que se acabaran en Bogotá y fueran reemplazadas por el SITP), me lo encontré allí. Se veía el paso del tiempo, pero era como cuando aprecias un automóvil clásico que se ve en perfectas condiciones. Iba para su oficina, como siempre en transporte público y ese hecho hablaba de su coherencia. Me dijo, después de hablarme de sus preocupaciones constitucionales sobre el Acuerdo de Paz, que fuera a verlo a su oficina. Pensé en hacerlo varias veces pero no lo hice…

 

*El autor es Abogado de la Universidad Nacional de Colombia, Especialista y Magister en Desarrollo Humano de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. FLACSO-Argentina

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