| Por: Gearóid Ó Loingsigh |
El tema de las drogas ilícitas cobra vigencia de nuevo. Los EE.UU. acaban de descertificar a Colombia, o más bien su presidente, por la falta de resultados en la lucha contra las drogas como tal y los cultivos usados para fabricarlas: la amapola del opio y la hoja de coca. También hemos visto recientemente, como la Mancha Naranja en Jefe de Washington mandó volar por los aires a pequeñas embarcaciones venezolanas con la excusa, sin prueba alguna, que eran botes de narcotraficantes.
Las drogas siempre han servido para maniobras militares e imperiales. Se suele olvidar que el Imperio Británico llevó a cabo, no una sino dos guerras contra China peleando por el derecho de sus narcotraficantes exportar opio desde la India a China para el consumo de la clase trabajadora china. La primera guerra fue entre 1839 y 1842 y la segunda guerra, que contaba con la participación de Francia, entre 1856 y 1860. China terminó legalizando al opio para favorecer a los narcotraficantes europeos y los bancos y cedió el control de Hong Kong a los británicos y acordó pagar reparaciones a los narcos.
Luego de eso los EE.UU. intentaron cultivar buenas relaciones políticas y económicas con China y como parte de su estrategia empujó una campaña para restringir la venta de drogas en el mundo, en particular el opio. Así en 1909 se celebró la primera conferencia internacional de control de drogas en Shanghái y luego en 1912 se firmó el Convenio de La Haya. A lo largo de los años procedieron con otras medidas internacionales contra las drogas, aunque se excluía el alcohol y el tabaco de toda discusión sobre el asunto. Más que un debate sobre la salud pública se trataba de un asunto de poder económico con un discurso moralista. Cualquier parecido a la actualidad es meramente la historia repitiéndose, algo que nunca debemos olvidar.
Los EE.UU. ha desplegado sus fuerzas militares en muchas partes bajo un discurso moralista contra las drogas. Lo hicieron en Turquía bajo Nixon, el primer presidente en adoptar un tono claramente militarista respecto a las drogas y el fundador de la DEA, entidad que ha plagado el mundo y los propios EE.UU. con miserias. Luego lo hicieron en Afganistán, Panamá, Colombia y ahora en Venezuela. No debemos parar bolas al discurso gringo sino tener en cuenta en todo momento la larga historia de sus guerras “anti-narcóticas” y sus impactos.
Ahora, el gobierno de Donald Trump, que no dista mucho de los gobiernos anteriores en la materia, es decir, cualquier tiempo pasado fue igual, acaba de publicar un informe sobre el cumplimiento de varios países con los tratados de la ONU en cuanto a los narcóticos. Claro el informe es propio del gobierno gringo y no de la ONU, pero el informe toma como referente a los tratados y medidas de la ONU de obligatorio cumplimiento por parte de todos los países del mundo. Así Trump, o más bien los de siempre, nombran a varios países como productores de drogas y países de tránsito y en ese contexto descertifica a Colombia. Dice que Colombia no cumple con lo obligatorio, pero absuelve a las fuerzas armadas estatales y los alcaldes, entre otros.
Las instituciones de seguridad y las autoridades municipales de Colombia siguen demostrando habilidad y valentía al enfrentarse a grupos terroristas y criminales, y Estados Unidos valora el servicio y el sacrificio de sus dedicados servidores públicos en todos los niveles de gobierno. El incumplimiento de sus obligaciones en materia de control de drogas durante el último año se debe exclusivamente a su liderazgo político.[1]
Está claro que quiere señalar a un responsable político y más no al Estado como tal. Claro, Petro no tiene la culpa por el aumento de los cultivos de coca, pues por lo menos no tiene más culpa que otros presidentes. Se debe a muchos factores económicos, como los tratados de libre comercio, cambios productivos en el campo y la naturaleza misma de la economía colombiana que no se arregla de un día para el otro. Empero, Petro tiene una responsabilidad política. Él con su programa de Paz Total metió en el mismo saco a grupos políticos armados como el ELN y grupos paramilitares narcotraficantes como el Clan del Golfo. Luego narcotiza todo discurso frente al conflicto, hablando del ELN como grandes narcotraficantes e inventó o más bien revivió el término de la Junta del Narcotráfico, frase diseñada para evocar las imágenes más cursis de películas de baja calidad de Hollywood. No es para nada sorprendente que Trump tome ese discurso y habla de un país narcotizado, pues el mismo Petro dice que lo es.
La derecha rancia colombiana, nunca está dispuesta a parecer menos troglodita en temas de drogas que Petro saca de su manga la carta mágica de Hezbolá alegando una alianza entre el ELN, Hezbolá y grandes narcotraficantes y por supuesto el gobierno de Maduro. El propósito es decir que los enemigos de los EE.UU. en el mundo árabe se encuentran en Colombia y Venezuela y se les debe atacar militarmente.
Petro nunca ha querido reconocer la realidad del narcotráfico en el país. Comenzó su presidencia con grandilocuentes discursos sobre las drogas y la necesidad de cambiar la estrategia y el paradigma prohibicionista. Sus propuestas han sido erráticas, erradas y hasta contradictorias. Mientras habla de un cambio de paradigma implementa viejos esquemas de sustitución de cultivos, dice no a la aspersión aérea con glifosato para luego autorizar su uso manual. En un reciente discurso discrepó con el discurso simplista de los EE.UU. para avanzar su propio discurso igual de simplista. Según Petro los cultivos de coca en el país vienen en aumento desde 1993 debido a la influencia mafiosa y paramilitar en esos gobiernos.[2] Si bien es cierto que los paramilitares han sido un factor importante en la expansión de los cultivos eso no explica por qué los cultivos aumentaron. Pues Petro nos da una pista que el tan despistado como es no nota: el año 1993.
¿Qué pasó? Pues en 1992, llegó a la presidencia el neoliberal Cesar Gaviria y comenzó la apertura económica y el campo entró en crisis. Hasta el texto del Plan Colombia reconoció que perdieron 700.000 hectáreas entre 1995 y 1999 dizque por su falta de competitividad.[3] Bajo el gobierno del hoy día aliado petrista, Ernesto Samper, se profundizaron las medidas neoliberales, así cuando Pastrana y luego Uribe llegaron al poder heredaron no sólo un modelo económico sino una relación de poder con el campo y con el coloso del norte en temas de drogas. Bajo el gobierno de Uribe, apostaron fuertemente a los monocultivos y los agroexportables, es decir a la mal llamada agroindustria y siguen empobreciendo al campo. Vale decir que Petro también apuesta a los monocultivos y los agroexportables. Es fácil hablar de paramilitares cuando el problema de fondo es el modelo económico, los tratados de libre comercio y por supuesto el impulso de convertir a Colombia, no tanto en una república bananera, sino en una república de cuatro o cinco cultivos principales entre ellos los bananos para surtir los mercados internacionales.
De allí pasamos a lo dicho frente a Venezuela. Mientras Trump habla del incumplimiento de Petro, en el caso de Venezuela dice tajantemente sin la más mínima prueba que Maduro es un narcotraficante.
En Venezuela, el régimen criminal del narcotraficante Nicolás Maduro, procesado y enjuiciado, libera una de las redes de tráfico de cocaína más grandes del mundo, y Estados Unidos seguirá buscando llevar a Maduro y a otros miembros de su régimen cómplices ante la justicia por sus crímenes. También perseguiremos a organizaciones terroristas extranjeras venezolanas, como el Tren de Aragua, y las expulsaremos de nuestro país.[4]
Petro también narcotizó su discurso, su discrepancia con Trump es respecto a quien tiene la culpa. Petro habla de una supuesta junta internacional, Trump habla de lo que le parezca, refiriéndose a los mismos hechos que Petro. Ahora circula en Washington un borrador de ley que daría poder a Trump a declarar la guerra contra carteles, o más bien cualquier entidad que él considere un cartel y los países que les da amparo.[5] Hasta el momento Trump ha asesinado a 17 personas en tres embarcaciones y no se sabe mucho sobre los incidentes y ni siquiera hay pruebas que realmente traficaban drogas. Son crímenes internacionales y contrastan con la actitud que toman las autoridades que suelen intervenir en casos de narcotráfico. Luego de los asesinatos, la Guardia Costera y la Armada de los EE.UU. interceptaron un barco en el caribe, y soltaron a todos después de confirmar que no llevaban drogas.[6] Si Trump hubiese atacado ese barco, pues ahora estaría hablando de haber matado a más narcotraficantes.
El gobierno de Venezuela condenó los atentados y Maduro acusó a Trump de intentar comenzar una guerra. No es para menos. Trump acusó directamente a Maduro de ser narcotraficante y cuando les conviene son capaces de usar esta excusa para invadir o derrocar a gobiernos. No importa si son democráticos o no, tampoco si las sindicaciones son acertadas o no, sino si el gobierno les sirve. Por eso nunca derrocaron a Uribe, a pesar de los informes de inteligencia que lo acusaban de ser el Narcotraficante No. 82[7] y que varios altos mandos militares y policiales, incluyendo su edecán, Mauricio Santoyo cayeron presos en los EE.UU. por crímenes relacionados con el narcotráfico. Uribe era un aliado y por lo tanto intocable. Noriega de Panamá, sin embargo, era otro hampón, y tenía en su prontuario violaciones, asesinatos y torturas y cuando dejó de ser importante para los EE.UU. invadieron al país y lo derrocaron, ofreciendo como excusa su papel en el narcotráfico. El otrora aliado y colaborador de la CIA ya no les servía. No importa si las sindicaciones en contra de Venezuela y Maduro en particular son ciertas o no, los EE.UU. no les interesa el tema, es una excusa no más. Aunque valga resaltar que Venezuela como muchos países no es inmune al fenómeno del narcotráfico y lo reconoce y toma medidas en su contra.
En marzo de este año dos alcaldes oficialistas en el Estado de Zulia fueron detenidos y se desmanteló una red de narcotráfico e incautaron 5,4 toneladas de cocaína.[8] En abril procedieron a actuar contra cinco alcaldes más, dos de ellos opositores del gobierno de Maduro, en el mismo Estado de Zulia.[9] El narcotráfico ha permeado a diversos sectores de la economía venezolana, tanto de sectores oficiales como de la oposición. Que la oposición esté involucrada no se esgrima nunca como argumento en contra de ese sector a pesar de los vínculos de alto nivel. No es por nada que Juan Guaidó se reunía con reconocidos criminales colombianos.
Petro debe desnarcotizar su discurso. Es muy probable que Trump ordene algún ataque a Venezuela, bien sea una invasión, un golpe de estado, el asesinato de Maduro o simplemente bombardeos a varios puntos con el fin de promover caos en el país y la salida de Maduro. Esas acciones representaran un peligro para Venezuela, obvio, pero también para Colombia. Trump puede intentar derrocar a Maduro y también puede exigir la salida de Petro en Colombia. Recuerden que su informe de descertificación echa toda la culpa a una sola persona: Petro. Es una estupidez, pero más allá de la falta de veracidad sirve como excusa para mayor injerencia en el país.
Son tiempos locos y peligrosos, y la locura fascista gringa nos puede llevar a la guerra en América Latina. Quizás parezca inverosímil para algunos, pero la guerra de Ucrania también lo parecía y nadie pensaba que no sólo se permitiría a los sionistas cometer un genocidio, sino que todo el occidente sería cómplice y que ese genocidio se transmitiría en vivo. La idea de una acción terrorista por parte de los EE.UU. contra Venezuela no es descabellada. Ahora, más que nunca, con la Mancha Naranja en el poder cualquier clase de acción es posible.
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