“Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante; vuelvo al camino con mi adarga al brazo”: Che
Todavía se siente el resplandor de la estrella justiciera en la frente libertaria del comandante Ernesto Che Guevara. En cada pulsación del corazón, en cada uno o en todos; en la vida cotidiana de los injusticiados por el sistema, en cada esquina y rincón; en los centros difusos, en los bordes y periferias olvidados. En todo lugar persiste la vitalidad de pensar distinto, de soñar un mañana digno y solidario, más aún cuando la rueda de la memoria se acerca para conmemorar los 58 años del hombre que murió para ser eterno en la lucha y la resistencia de los pueblos.
El universo entero se levanta para contemplar los rojos amaneceres. Latinoamérica encantada por el aroma de una nueva tribu, recrea una relación espiritual y mágica con un hombre común y silvestre que decidió ser consecuente con la existencia. Un ser integral, desde Sierra Maestra hasta las estribaciones de los Andes. Un luchador radical que levantó la voz y el puño para defender las causas de los marginados. Un hombre, al fin y al cabo, pero uno diferente y potenciado, de esos que asumen el compromiso y la lucha hasta las últimas consecuencias. Ernesto Guevara de la Serna, conocido universalmente como CHE, el internacionalista proletario que resistió de pie como los árboles, porque tenía las raíces ancladas en las justas luchas de la América insurrecta.
Recordar es vivir: luchar es resistir. Así estamos, consternados, rabiosos, derribando la indiferencia, resaltando la dignidad en el calendario de los luchadores del mundo. Recordando un ayer fúnebre que la historia decidió plantar en las “antiguas” tierras bolivianas. Aunque seguramente su lucha libertaria fue obstinada, lo que realmente sorprendió fue no contar con la solidaridad de los Monjes del Partido. Por otra parte, es paradójico que simultáneamente, en selvas, pampas y montañas, los campesinos lo llamarán San Ernesto de La Higuera.
La campaña insurgente duró aproximadamente 11 meses, y terminó trágicamente en una ejecución secreta y sumaria. En esa tarde fría y oscura del 9 de octubre de 1967, al verdugo le tembló el pulso a la hora de asesinar al imbatible guerrero de mil soles. ‘¡Disparen, que van a matar a un hombre!’ - Gritó el Che -. Y no porque hayas caído tu luz es menos alta. Seguirán retumbando los tambores batientes en las luchas callejeras, seguiremos escuchando el eco de tu nombre en las protestas y en las marchas incansables de los inconformes, renacerá la chispa en cada cuerpo latinoamericano y se unirán todas las voces todas, todas las consignas, todas las almas disidentes en una sola canción de resistencia.
En toda la extensión de la dignidad, la presencia del “Che”, fue, es y será eternamente un imperativo obligado de los hombres y mujeres que en la cotidianidad luchan por la construcción de un orden social justo, humano y fraterno. En Latinoamérica, especialmente, esa presencia se vuelve más luminosa, más concreta, más necesaria. No cualquiera, después de cincuenta y ocho años de haber muerto, sigue tan vivo como el día en el que entró a la Habana ese histórico primero de enero de 1959.
Toda grandeza implica inevitablemente una distorsión. Y la grandeza del Che ha sido vista, interpretada y utilizada desde innumerables ángulos. Sus huellas son profundas e indelebles en la humanidad. La presencia victoriosa del Che seguirá brillando como las estrellas, aunque los ojos miopes no la ubiquen al mirar el cielo, aunque cientos de proyectiles acallen su garganta, aunque el consumismo disminuya el poder simbólico de su imagen, aunque los machetes asesinos separen los dedos de sus manos para que nunca pudieran volver a empuñar los sueños latinoamericanos. Justamente, es en ese momento donde aparece la juventud rebelde y soñadora, retomando sus gritos de libertad, pegándose su piel a los huesos y marchando en busca de los mismos sueños.
Al cumplirse cincuenta y ocho años de la caída del Che en Bolivia, su figura renace en los luchadores de todo el mundo. Su sueño de justicia, aún inconcluso, se mantiene vivo en un gran arcoíris de resistencia, donde los movimientos sociales y culturales se unen para construir el futuro negado a cada individuo. Así, el Che vuelve a combatir en la lucha de los pueblos. ¡Hasta la victoria siempre!
Argemiro Rojas
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